lunes, 25 de abril de 2011

¡Ay que sinrazón!

¡Ay que sinrazón! No quiero contigo cama ni cena, y no hay minuto del día que estar contigo no quiera, porque me arrastras y voy, y me dices que me vuelva y te sigo por el aire como una brizna de hierba.
·Entre tú y cualquier cosa, quedarme con cualquier cosa es absurdo. 

Esto es así.

Y donde dije si digo no, y donde dije punto ahora digo error.

Ilusa, confiada, idiota.

Acabo de escribir largo y tendido sobre esto, es más, incluso había publicado un fragmento de lo que quería escribir aquí, pero lo he borrado. Estas son las veces que peor lo paso, cuando ni siquiera me salen las palabras para definir como estoy y así al menos desahogarme. No tengo ni idea de que escribir y todo lo que escribo me parece horrible y para nada digno de lo que siento, así que me limito a borrarlo todo y a creerme más inútil cada vez. Inútil, inútil. A menudo me definen esas tres sílabas. I-nú-til, suena melódico en mi cabeza.
Estoy mal, esa es la verdad. El porqué es algo más complicado. Es una estupidez. Es mi culpa. Pero que lo sea no hace que me duela menos o que esté bien, es más, creo que hace que esté peor, que me sienta todavía más mal por ello, porque sé que es mi error. Soy una confiada, una ilusa. Llevo toda la vida siéndolo y no veo fácil cambiar, no voy a cambiar, no ahora. Y sigo mal. Sigo dando vueltas a las mismas palabras en mi cabeza, veo mi imagen diciendo lo que hoy son estupideces, y me siento una idiota, una completa idiota por creer lo que no es creíble y por confiar en quien no debía. No sé como voy a seguir con esto. Lo que ayer funcionaba bien hoy ni siquiera recuerda que funcionaba. Estoy asustada, y tengo frío. Frío del que se te mete en el cuerpo y ya no sale. Frío en la carne, en los huesos, en el pensamiento. Todo se ha llenado de frío de repente, y todo todo todo por mi, por ser como soy, por ser quien soy. Y sigo sin tener ni idea de como seguir, de como voy a levantar la mirada del suelo y sonreír otra vez.

·No tengo ni la más remota idea de que siento, pero tampoco sé que quiero sentir y eso es lo que más me aturde.

domingo, 24 de abril de 2011

Pregúntate, pero si se te ocurra contestar.

¿Vale todo? Y si no es así, ¿qué vale y qué no?¿Hasta que punto se puede llegar antes de decir basta?¿Qué debemos ser capaces de soportar y olvidar, y que debemos tener en cuenta para cambiar?¿Hasta cuando se puede prolongar lo que sabes que no llegará a ninguna parte? Porque..¿cuándo se llega a esa ninguna parte en la que concluyen todas las cosas?¿Quién merece que seamos nosotros mismos y a quién no le vendría mal una mentira?¿Hay que decir siempre la verdad, ante todo y pase lo que pase?¿Es mejor callar y vivir las cosas tu mismo?¿O hay que contar las cosas cuando ya no puedes más con ellas dentro?¿Somos capaces de vivir aislados, solos?¿O realmente necesitamos la comprensión de cualquiera?¿Debemos arrepentirnos de los errores?¿O afrontarlos y aprender de ellos?¿Hasta dónde puede llegar el capricho de alguien?¿Cómo sabremos cuándo parar?¿Dónde está la linea exacta que separa lo que está bien de lo que está mal?

Esto es otra historia.

Llevaba tres historias basándome en el mismo número, pero esta vez es diferente, esto es otra historia.

Hay muchas cosas que todavía me recuerdan aquello, palabras, lugares, situaciones,... pero es curioso como poco a poco se sobrescriben en mi cabeza, como se alejan y dejan hueco para el presente.

·Me dijeron vive el presente, y no sé donde vivo porque el ahora no existe.  

viernes, 22 de abril de 2011

¿Biopic? Yo no sé si esto puede tener esa categoría.

Vale, mañana vuelvo a Córdoba, guay. Pero un guay con muchos peros, porque tengo dos exámenes esta semana y una exposición oral, y no tengo ni idea de nada. En mi casa no se puede hacer nada, imposible, y el primer y último día que fui a la biblioteca me echaron cuando hacía a penas dos horas que había llegado, cierran a la una y veinte, ¿vosotros veis esa hora normal? Pues yo no. En fin.. que no he hecho nada y me veo el domingo muerta del asco metida en mi cuarto, con la maleta sin deshacer y nada que ponerme el lunes para ir a clase, y con un montón de deberes, exámenes por estudiar, y además, ganas de ver a mis amigos, que aunque sea solo una semana, se nota que no están.

Joder.. mi vida aquí es un descontrol. Es que es, como estar en la selva. En medio de la selva pero con paredes, nevera y conexión a internet. Lo mismito. Y yo así ¿cómo voy a estudiar? Locura. Locura.
Y encima mañana seis horitas de coche, otra vez. El viaje de mi vida por excelencia. Para un lado, para otro, y así siempre. El día que tenga yo mi coche, y sobretodo mi propia vida, veremos a ver quien hace estos viajecitos seis veces al año, porque yo no voy a ser.

En fin, que no escribo más que tonterías. Ya no hay vuelta atrás. No va a ser ni el primer ni el último domingo que pase sin salir de mi cuarto. No problem. Así que nada, ya escribiré, o no, porque esto es un DESCONTROL.

Os echo de menos cordobeses :)

jueves, 14 de abril de 2011

Biopic. El hombre corriente.

Con cada cumpleaños, una responsabilidad más. Es la mejor frase que se me ocurre para empezar esta entrada, porque al fin y al cabo eso es lo que vengo a decir.
Si tienes alguien a tu cargo, hijos por ejemplo, cada cumpleaños suyo, una responsabilidad más para él, pero también para ti. Si hacéis las cuentas seguro que salen un montón de responsabilidades, y aún así, seguro que tenéis más porque también hay otros hechos en la vida que nos las regalan, no solo en los cumpleaños se reciben cosas.

Con 40 años y tres hijos las responsabilidades son más de sesenta, todo depende de la edad de los niños, pero en el caso del que os hablo, más de sesenta. Y estas son sólo las familiares. 

También existen las responsabilidades laborales, todas las que el trabajo nos aporta cada día; las de dinero, que son las que tenemos por el hecho de tener dinero, una cuenta en el banco, etc., también estas las de las propiedades, es decir las que nos regalan con las escrituras del piso, con el apartamento en la playa, etc., y además de las familiares existen también las genealógicas, que son una variedad de estas últimas e incluyen a toda la familia: madres, padres, abuelos, abuelas, tíos, tías, primos, primas, nietos, nietas, sobrinos, sobrinas, ... estas crecen sin que tengamos mucho control, ya que algunas nos las regalan al nacer y otras cuando nacen otras personas, porque cuando nace alguien, hay regalos para todos.

El recuento de todas las responsabilidades que tiene nuestro hombre con tres hijos debe ser abismal si consideramos que tiene alrededor de cuatro hermanos, cada uno de ellos con un hijo o hija, que tiene dinero en el banco, un trabajo y además al menos dos propiedades, sin contar las propiedades menores como tener un coche o un lavavajillas. 

Además de todo esto, el hombre también tiene una mujer con la que contrajo matrimonio hace nueve años, y sí, como podéis suponer, cada año de casado una responsabilidad más.

Nuestro hombre debería estar abrumado por todas las responsabilidades que tiene, pero realmente mucha gente vive así e incluso con más responsabilidades, y viven bien, lo que nos lleva a pensar que nuestro hombre, como ser humano que es, tienes estas responsabilidades porque puede hacerse cargo de ellas, por lo tanto, nada más allá de lo normal. Nuestro hombre continua siendo un espécimen normal en nuestra raza. Un español corriente y moliente. Y también podría ser chino, húngaro, cubano, estadounidense o filipino, pero es español. 

Tenemos al español, con mujer, hijos, dos propiedades (de las grandes), un trabajo, bastante familia y una cuenta en el banco. Tenemos a un hombre corriente. Y como las cosas normales no son dignas de mención, y nuestro hombre si lo es, vamos a hacer que deje de ser un hombre corriente. Para ello vamos a centrarnos en 15 de sus responsabilidades, las que ha ido acumulando desde agosto del 95, un pack de responsabilidades llamado hija

Esta hija podría haber sido un hijo, pero fue una hija. Esta hija es una hija normal, con dientes, piernas, brazos, cabeza, ojos y nariz, una hija corriente. Pero repito, como la hija corriente no sería digna de mención, vamos a hacer que deje de ser corriente mediante un cambio de situación.
La hija y la madre (que no es la mujer de las 9 responsabilidades, es otra de la que sólo llegó a tener 6) se van. Cuando el hombre corriente sólo contaba 3 responsabilidades en el pack hija, el pack mujer con 6 responsabilidades se llevó a la niña. Y al contrario de lo que pueda parecer, este cambio de situación otorgaría más responsabilidades al pack hija y no haría desaparecer totalmente el pack mujer, el cual lógicamente si se reduciría.
Un pequeño recuento. El hombre, después del cambio de situación, tiene unas 6 responsabilidades en hija y unas 3 en mujer.

Seguimos con la historia.
La niña, que con sólo tres años ya había regalado a su padre 9 responsabilidades, siguió creciendo, más o menos hasta las 12. Y llega el segundo y último cambio de situación hasta el momento. La niña y la madre se van de la ciudad. Un cambio así regala muchas responsabilidades al padre, ¿no creéis? Vamos a dejar de contarlas, porque desde luego, pasan de 15 que son las que la hija debería tener en función de sus cumpleaños, y tampoco es plan de ponerse tiquis miquis con una más o una menos. 

El caso es que el padre contrae muchas responsabilidades por el hecho de que su hija cumpla años, y otras muchas por que los cumpla en otra ciudad. 

La niña es una niña corriente, simplemente ve a su familia paterna en vacaciones. Hace su vida diaria en una ciudad y cuando tiene algunos días se escapa a la de su padre, a la suya de nacimiento.
La niña es una niña y no se le puede pedir más que eso. Que quiera mucho a sus padres ya es mucho cuando comienza la pubertad. Buenas notas, buenos modales. Una niña excelente.
Pero la niña llega a las 15 responsabilidades por cumpleaños. La niña, desde que era una niña, tiene muchas responsabilidades, más que cualquier niña de su edad. Pero aprende a vivir con ellas. Vive bien. Cuando alcanza las 15 propias, los 15 regalos de la vida, comienza a darse cuenta de cuantas responsabilidades ha contraído en su corta vida. Comienza a hacer recuento y realmente no le salen las cuentas. Hasta entonces ha vivido bien, pero se da cuenta de que ella ha recibido demasiadas. Se da cuenta de que tiene responsabilidades que no le pertenecen y decide comenzar a devolverlas a sus propietarios, quedarse con regalos ajenos no está bien y ella lo sabe.

Y aquí volvemos al hombre corriente. El hombre corriente se casó unos 9 años atrás con una mujer. Y le regaló la mayoría de sus responsabilidades. Puede que las únicas que se quedara fueran las del trabajo, porque en el título que le dieron al terminar la facultad aparece su nombre y parece ser que esas responsabilidades no se pueden regalar así como así, al menos no todas. Regalar a alguien todas tus responsabilidades es como regalarle tu alma, es regalarle todo lo que tienes, que es tu vida. Es regalarle cada cumpleaños, cada propiedad, cada familiar. 
El hombre corriente se las regaló todas. Las de su hija también. Las de la hija que había tenido con otra mujer. Y aquí empieza lo escabroso de esta historia: cuando alguien regala algo que no es suyo a otra persona. 


sábado, 9 de abril de 2011

DGP

Te quiero y punto.

Vete.

Es curioso como a veces los que más nos quieren son los que más daño nos hacen. Y lo mejor es que lo hacen por nuestro bien, que realmente no nos desean ningún mal, pero que pueden hundirnos como una pajita se hunde en un vaso largo.
¿Se hace a alguien llorar para evitar que llore? Supongo que es una pregunta bastante absurda pero decidme que nunca os habéis sentido genial y ha llegado alguien para cuestionar absolutamente todo en lo que poníais vuestra fe. Esta bien cuestionar las cosas, no confiar en cualquiera a la primera de cambio, pero todos necesitamos confiar en alguien, sonreír ante un piropo y no pensar en el posible fin que pudiera perseguir el alago.
Esto no está bien, y por más que te lo digo parece que no te das cuenta. ¿Qué pretendes?¿Qué no sufra? Tu eres la única que me hace sufrir, que hace que todo se caiga cuando estoy en las nubes, que hace que me cuestione todo lo que ahora tengo, que aunque no es mucho es más de a lo que estoy acostumbrada. Alégrate. Déjame ser feliz. Si me tengo que pegar el golpe me lo pegaré. Es cierto que un golpe duele menos cuando te lo esperas. Gracias. Ya sé que puede llegar el golpe. Pero no lo adelantes. No hagas que me sienta golpeada y amoratada siglos antes de que llegue el verdadero problema. DÉJAME.
¿Sabes cuantísimo me ha costado espantar mis miedos, dejarme llevar sin agarrarme fuerte a un arnés? Lo conseguí. Por ahora lo había conseguido. Mis recaídas no eran ni siquiera dignas de mención. Y ahora vienes tu y lo pones todo patas arriba. No tienes derecho a hacerme esto. No lo tienes. Y lo que más me duele es que te lo estoy dando. Estoy dejándote hacerme sufrir. Y te empeñas en decir que es lo que no quieres. Se nos está yendo de las manos. Ni siquiera me había planteado que pudiera escapársete a ti también pero parece ser que tu tampoco estas preparada para esto.

Vete de aquí. Déjame. Fuera.

DÉJAME SER FELIZ.

Que lo cambian todo.

Cómo cambian las cosas ¿no? Lo que ayer era improbable, casi imposible, hoy es la realidad más verdadera, hoy te topas de bruces con ella y te das cuenta de que la vida cambia en milésimas de segundo sin que tengamos ningún control.
Y por eso lloro. Por que es duro darte cuenta de un día para otro de que ya no controlas nada, de que se te ha ido todo de las manos y de que estas a la deriva. Puede que no esté tan mal estar a la deriva, perdida y arrasada por la corriente, pero lo estás, para bien o para mal.
Supongo que el ser humano tiene en su esencia algo de controlador, de gobernador, de dirigente y que a todos nos encanta saber que lo somos, es genial saber que lo tienes todo bajo control, que nada se te escapa, aunque sea mentira, es genial al menos creerlo.
Yo hace años que lo controlo todo, que sé mis límites y me preocupo de no sobrepasarlos. Hace años que sé hasta donde querer, hasta donde engancharme a alguien, hasta donde llorar, hasta donde gritar. Y ayer de repente perdí el control. Perdí absolutamente el control. Y me sentí perdida, arrasada, sentí que un tsunami se me llevaba y que no podía hacer nada. Y es cierto que la corriente me lleva hacia donde quiero ir, pero siempre me gusta saber que puedo decidir, que puedo cambiar de opinión, darle la vuelta al barco y virar el rumbo, y ayer fui consciente de que ya no podía. De que ya es tarde para arrepentirme. De que por ahora seguiría el rumbo sin alejarme ni un poco de él y que me chocaría contra cualquier piedra sin remedio.

·Que el agua me lleva demasiado fuerte y ya no soy más que un barco de papel.