Cómo cambian las cosas ¿no? Lo que ayer era improbable, casi imposible, hoy es la realidad más verdadera, hoy te topas de bruces con ella y te das cuenta de que la vida cambia en milésimas de segundo sin que tengamos ningún control.
Y por eso lloro. Por que es duro darte cuenta de un día para otro de que ya no controlas nada, de que se te ha ido todo de las manos y de que estas a la deriva. Puede que no esté tan mal estar a la deriva, perdida y arrasada por la corriente, pero lo estás, para bien o para mal.
Supongo que el ser humano tiene en su esencia algo de controlador, de gobernador, de dirigente y que a todos nos encanta saber que lo somos, es genial saber que lo tienes todo bajo control, que nada se te escapa, aunque sea mentira, es genial al menos creerlo.
Yo hace años que lo controlo todo, que sé mis límites y me preocupo de no sobrepasarlos. Hace años que sé hasta donde querer, hasta donde engancharme a alguien, hasta donde llorar, hasta donde gritar. Y ayer de repente perdí el control. Perdí absolutamente el control. Y me sentí perdida, arrasada, sentí que un tsunami se me llevaba y que no podía hacer nada. Y es cierto que la corriente me lleva hacia donde quiero ir, pero siempre me gusta saber que puedo decidir, que puedo cambiar de opinión, darle la vuelta al barco y virar el rumbo, y ayer fui consciente de que ya no podía. De que ya es tarde para arrepentirme. De que por ahora seguiría el rumbo sin alejarme ni un poco de él y que me chocaría contra cualquier piedra sin remedio.
·Que el agua me lleva demasiado fuerte y ya no soy más que un barco de papel.
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