jueves, 14 de abril de 2011

Biopic. El hombre corriente.

Con cada cumpleaños, una responsabilidad más. Es la mejor frase que se me ocurre para empezar esta entrada, porque al fin y al cabo eso es lo que vengo a decir.
Si tienes alguien a tu cargo, hijos por ejemplo, cada cumpleaños suyo, una responsabilidad más para él, pero también para ti. Si hacéis las cuentas seguro que salen un montón de responsabilidades, y aún así, seguro que tenéis más porque también hay otros hechos en la vida que nos las regalan, no solo en los cumpleaños se reciben cosas.

Con 40 años y tres hijos las responsabilidades son más de sesenta, todo depende de la edad de los niños, pero en el caso del que os hablo, más de sesenta. Y estas son sólo las familiares. 

También existen las responsabilidades laborales, todas las que el trabajo nos aporta cada día; las de dinero, que son las que tenemos por el hecho de tener dinero, una cuenta en el banco, etc., también estas las de las propiedades, es decir las que nos regalan con las escrituras del piso, con el apartamento en la playa, etc., y además de las familiares existen también las genealógicas, que son una variedad de estas últimas e incluyen a toda la familia: madres, padres, abuelos, abuelas, tíos, tías, primos, primas, nietos, nietas, sobrinos, sobrinas, ... estas crecen sin que tengamos mucho control, ya que algunas nos las regalan al nacer y otras cuando nacen otras personas, porque cuando nace alguien, hay regalos para todos.

El recuento de todas las responsabilidades que tiene nuestro hombre con tres hijos debe ser abismal si consideramos que tiene alrededor de cuatro hermanos, cada uno de ellos con un hijo o hija, que tiene dinero en el banco, un trabajo y además al menos dos propiedades, sin contar las propiedades menores como tener un coche o un lavavajillas. 

Además de todo esto, el hombre también tiene una mujer con la que contrajo matrimonio hace nueve años, y sí, como podéis suponer, cada año de casado una responsabilidad más.

Nuestro hombre debería estar abrumado por todas las responsabilidades que tiene, pero realmente mucha gente vive así e incluso con más responsabilidades, y viven bien, lo que nos lleva a pensar que nuestro hombre, como ser humano que es, tienes estas responsabilidades porque puede hacerse cargo de ellas, por lo tanto, nada más allá de lo normal. Nuestro hombre continua siendo un espécimen normal en nuestra raza. Un español corriente y moliente. Y también podría ser chino, húngaro, cubano, estadounidense o filipino, pero es español. 

Tenemos al español, con mujer, hijos, dos propiedades (de las grandes), un trabajo, bastante familia y una cuenta en el banco. Tenemos a un hombre corriente. Y como las cosas normales no son dignas de mención, y nuestro hombre si lo es, vamos a hacer que deje de ser un hombre corriente. Para ello vamos a centrarnos en 15 de sus responsabilidades, las que ha ido acumulando desde agosto del 95, un pack de responsabilidades llamado hija

Esta hija podría haber sido un hijo, pero fue una hija. Esta hija es una hija normal, con dientes, piernas, brazos, cabeza, ojos y nariz, una hija corriente. Pero repito, como la hija corriente no sería digna de mención, vamos a hacer que deje de ser corriente mediante un cambio de situación.
La hija y la madre (que no es la mujer de las 9 responsabilidades, es otra de la que sólo llegó a tener 6) se van. Cuando el hombre corriente sólo contaba 3 responsabilidades en el pack hija, el pack mujer con 6 responsabilidades se llevó a la niña. Y al contrario de lo que pueda parecer, este cambio de situación otorgaría más responsabilidades al pack hija y no haría desaparecer totalmente el pack mujer, el cual lógicamente si se reduciría.
Un pequeño recuento. El hombre, después del cambio de situación, tiene unas 6 responsabilidades en hija y unas 3 en mujer.

Seguimos con la historia.
La niña, que con sólo tres años ya había regalado a su padre 9 responsabilidades, siguió creciendo, más o menos hasta las 12. Y llega el segundo y último cambio de situación hasta el momento. La niña y la madre se van de la ciudad. Un cambio así regala muchas responsabilidades al padre, ¿no creéis? Vamos a dejar de contarlas, porque desde luego, pasan de 15 que son las que la hija debería tener en función de sus cumpleaños, y tampoco es plan de ponerse tiquis miquis con una más o una menos. 

El caso es que el padre contrae muchas responsabilidades por el hecho de que su hija cumpla años, y otras muchas por que los cumpla en otra ciudad. 

La niña es una niña corriente, simplemente ve a su familia paterna en vacaciones. Hace su vida diaria en una ciudad y cuando tiene algunos días se escapa a la de su padre, a la suya de nacimiento.
La niña es una niña y no se le puede pedir más que eso. Que quiera mucho a sus padres ya es mucho cuando comienza la pubertad. Buenas notas, buenos modales. Una niña excelente.
Pero la niña llega a las 15 responsabilidades por cumpleaños. La niña, desde que era una niña, tiene muchas responsabilidades, más que cualquier niña de su edad. Pero aprende a vivir con ellas. Vive bien. Cuando alcanza las 15 propias, los 15 regalos de la vida, comienza a darse cuenta de cuantas responsabilidades ha contraído en su corta vida. Comienza a hacer recuento y realmente no le salen las cuentas. Hasta entonces ha vivido bien, pero se da cuenta de que ella ha recibido demasiadas. Se da cuenta de que tiene responsabilidades que no le pertenecen y decide comenzar a devolverlas a sus propietarios, quedarse con regalos ajenos no está bien y ella lo sabe.

Y aquí volvemos al hombre corriente. El hombre corriente se casó unos 9 años atrás con una mujer. Y le regaló la mayoría de sus responsabilidades. Puede que las únicas que se quedara fueran las del trabajo, porque en el título que le dieron al terminar la facultad aparece su nombre y parece ser que esas responsabilidades no se pueden regalar así como así, al menos no todas. Regalar a alguien todas tus responsabilidades es como regalarle tu alma, es regalarle todo lo que tienes, que es tu vida. Es regalarle cada cumpleaños, cada propiedad, cada familiar. 
El hombre corriente se las regaló todas. Las de su hija también. Las de la hija que había tenido con otra mujer. Y aquí empieza lo escabroso de esta historia: cuando alguien regala algo que no es suyo a otra persona. 


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