martes, 10 de enero de 2012

Querámonos.

Aunque sepamos que será la ruina, aunque veamos en nuestra bola de cristal las lágrimas que vendrán, aunque ya suenen los truenos y sepamos que los rayos llegarán, aunque nos digan, aunque nos cuenten mil historias de dolor, aunque nos cueste olvidar todo eso que sabemos que estará aquí, aunque nos olvidemos una vez por cada semáforo que vemos en rojo, aunque nos ahoguemos en el futuro, aunque nos amarguemos el presente pensando, aunque las consecuencias nos golpeen en el cráneo, aunque no queramos creer, aunque la vida se ponga tonta y no nos deje, aunque soñemos con lo derruido, aunque el silencio venga a comernos, aunque los pájaros nos miren mal cuando pasemos cerca, aunque la gente cuchichee al enterarse, aunque nos sintamos mal, aunque nos peguen y nos torturen, aunque nos cueste, aunque dejemos de creer que el amor existe cada viernes, aunque los sábados volvamos a tener ilusión y volvamos a caer de bruces en el duro suelo, aunque nos desmayemos, aunque no sepamos cantar en la ducha nunca más, aunque dejemos de vivir y de soñar, aunque juguemos al olvido cada tarde, aunque ya no bailemos, aunque no riamos, aunque el muro de Berlín se ponga por delante, aunque una guerra nuclear nos aplaste, aunque mis ojos y tus ojos ya no estén, aunque las almas se marchiten, aunque la afonía se haga crónica, aunque las montañas se hundan en el mar y ya no podamos nadar, aunque los huesos se nos astillen, aunque la Tierra deje de existir, aunque cada paso duela, aunque sintamos chinchetas en los pies, aunque las fuerzas nos traicionen, aunque la vida nos delate, aunque el corazón nos falle, aunque la distancia nos aprisione, aunque el peso nos moleste, aunque ya no podamos mediar palabra, aunque nos hiramos, aunque nos miremos. Aún así, querámonos. 


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