martes, 6 de septiembre de 2011

Oscuridad, tú y la parte de mi que no sabe pensar.

Me dijo: -estoy aquí-, así que fui allí y lo besé. Sin más dilación, sin pensármelo dos veces, simplemente decidí que aquello era lo correcto y lo hice: "dicho y hecho", la mejor de las maneras sin duda. Sin hueco para ser sabio y pensar en las consecuencias, sin hueco para dudas, preguntas al aire o miedos. "Dicho y hecho", de sopetón. Pensar y actuar.
Y me encantó. Fue una experiencia magnífica, agradable, única, vibrante, sensual, excitante, encantadora. Y cada vez que lo recuerdo me siento más orgullosa de aquello, de por una vez no haber pensado en lo que podría pasar más adelante y sólo fijarme en los labios que tenía delante y en que mi cuerpo -y a veces también mi mente- me pedían a gritos que los besara.
Fin. Punto y final. Punto en boca. The end.
Estuve toda aquella noche volviéndolo ha hacer, volviendo a no pensar, a equivocarme, a parecerme a un animal instintivo más que a una persona coherente, a crear recuerdos para que después, cuando llegara los empujones, gritos, bofetones, hostias, insultos, palizas, reprimendas poder recordar aquello como lo viví, poder aguantarlo todo.
Y es que a veces, la libertad conlleva consecuencias que es agradable, necesario, importante, imprescindible aceptar.

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