Luchemos

Estoy miserablemente perdida.
Me siento como si me hubiera dejado arrastrar por cualquiera a un laberinto, como si hubiera confiado totalmente en alguien que me llevó al centro y me dejó sola. Me siento inútil y desvalida. Como una niña en las ajetreadas calles de una ciudad enorme, como se siente un alfiler entre tanta paja.
No es la primera vez que me pierdo, ni la primera vez que creo perderme, pero esta vez es rara. Es diferente.

Todas las otras veces yo no sabía lo que quería. Me he perdido entre deseos, sueños e ilusiones miles de veces. Me confundían todos esos colores y formas con los que solo somos capaces de dar en sueños y me encontraba a menudo a mi misma dibujando una realidad totalmente alejada de la verdadera realidad. Esta vez, por supuesto, tampoco sé lo que quiero. Y no sólo respecto a un tema, sino a varios, a muchos, a demasiados. Pero esto no es lo que hace a esta vez diferente, esto no es lo que hace que ahora me sienta más perdida que nunca.
Otras veces, aunque no sabía lo que quería, sabía lo que debía hacer. Pero esta vez no.
Saber lo que debes hacer te produce una tranquilidad asombrosa y a la vez un poco estúpida, pero, al fin y al cabo, siempre tienes la opción de hacer lo correcto y punto. Puede que lo correcto no sea lo que más te guste, pero tu sabes que es lo correcto y, eligiendo esa opción, sabes que tienes casi todas las posibilidades de no equivocarte. Y no digo todas porque sé que lo correcto para algunos puede no ser tan correcto para otros, pero confiemos en la astucia de quien decide que es lo correcto.

No dejo de preguntarme qué es lo que hago yo aquí. No sé como he llegado a esto, porque hace unos días, todo estaba en su sitio. Supongo que las cosas se desmoronan así porque si, que muchas veces no te da tiempo ni de darte cuenta. Pero hay que seguir. Pase lo que pase y cueste lo que cueste. Hay que avanzar sin volver la cabeza demasiado. Hay que tomar decisiones y vivir con ellas el resto de tu vida.

Hay que ser fuerte, hay que luchar.