martes, 31 de mayo de 2011

Tres versos. Tres.

¿Te acuerdas?

Una vez escuché unos versos que me recordaron tristemente a ti. Los escribí en un trozo de papel que arranqué de cualquier sitio y lo llevé todo el tiempo en la mano. Esperé hasta el momento de verte y tú, simplemente, no apareciste.

Llegué a casa y seguía llevando aquellos versos en la mano, estaban escritos con la mejor letra que había sido capaz de hacer aquel día, estaba agotada. Busqué una chincheta en algún cajón y lo clavé en mi tablón de corcho.

Y ahí siguen.

Me gusta muchísimo quedarme embobada mirando el corcho. Hay muchos momentos de mi vida ahí reflejados. Me esfuerzo por plasmar todo lo importante en él, para que así, alguna de esas veces que me quedo contemplándolo fijamente pueda sonreír recordando algún momento maravilloso. Y ahora, esos versos que tu mano no cogió jamás, están ahí, clavados.

Ahora, cada vez que miro el tablón, me acuerdo de lo mucho que me recordaron a ti esos versos, de que los aprendí de memoria con sólo escucharlos una vez, de lo mucho que me esforcé en escribir con buena letra, en decorar el papelito con lineas de colores. Ahora, cada vez que vuelvo a recordar esos versos -nunca podré borrarlos de mi memoria- me acuerdo de aquella vez que te busqué y no estuviste. Aquella fue la primera vez, y entonces, todavía no concebía que después, vendrían muchas más.


Tu verdad no, la verdad
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela. 



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